martes, 7 de agosto de 2012

“Si Se Convirtieren De Sus Malos Caminos” Ivan Baker


“Si Se Convirtieren De Sus Malos Caminos”
Meditación de Ivan M. Baker 30/10/99
(Transcripción del audio “Hagamos la Lista”)




Son las 6:38 de la mañana y la inquietud de mi espíritu me despierta después del tiempo de
reunión que tuvimos anoche con Alex, Hugo y otros hermanos, donde volvimos a reiterar el
llamado de Dios en esta hora. Esto Dios lo registró en 2 Crónicas 7:14, en donde hay cuatro
cosas que creo que nos dice en cuanto a la Renovación:
"si se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, si oran y buscan mi
rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos,
perdonaré sus pecados y sanaré su tierra." (2º Crónicas 7.14, RVA)
“El señor se ha apartado de su pueblo por EL PECADO”. Anoche avivamos las palabras del
Señor en nuestro espíritu como algo urgente, indispensable. No las podemos soslayar,
esquivar, las tenemos que enfrentar. Y enfrentar con todo nuestro corazón, con todas
nuestras fuerzas, con toda nuestra alma.
Es importante descubrir como este pensamiento viene de parte de Dios a nosotros, el de
apartarnos de nuestros malos caminos, ya que es posible que pensemos que NO TENEMOS
MALOS CAMINOS. Es posible que pensemos que andamos bien cuando andamos mal. Es
posible que nuestra vista no alcance a entender el llamado del Señor y la santidad. Quizá no
entendemos la cruz, quizá no entendemos el yugo de Cristo. Quizá no entendemos que
debemos apartarnos de toda contaminación de carne y espíritu. Quizá nunca llegó a nuestro
corazón el hecho de que Cristo se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda
iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Quizá nunca nos ha
amanecido que la conversión es santificación, consagración.
En las nuevas corrientes llamadas cristianas pareciera que la santificación es una opción,
donde yo puedo optar por ser santo y puedo optar por ser menos santo. Y este es el gran
error de las así llamadas denominaciones cristianas de hoy, que no entienden que la
consagración es parte de la conversión, que la conversión es consagración y si no hay
consagración no hay conversión.
Esto es muy importante entenderlo porque la única tierra que va a llevar fruto para Dios, los
únicos discípulos que van a ser aceptos al Señor, son los que limpiaron sus vidas de toda
piedra, de toda maleza y espina, y han cultivado su tierra en el temor de Dios.
El justo que ha hecho todo esto y lo entiende, con dificultad se salva. ¿Cómo “con
dificultad”? ¿No es amplia la salvación? Sí, pero el justo se salva orando, se salva velando, se
salva consagrándose continuamente, apartándose completamente de toda contaminación
de carne y espíritu, apartándose del mundo, no permitiendo que las delicias del mundo, los
deleites del mundo, los sueños del mundo, los objetivos del mundo, los dictámenes del
mundo, el criterio del mundo, ni roce su corazón ni llegue cerca de su mente, porque ha
sido santificado, ha sido lavado, ha sido trasladado del reino de las tinieblas al reino del
amado Hijo de Dios.
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Por lo tanto la consagración es indispensable, no un mero fruto de la vida cristiana. Es la
base de la vida cristiana, es el fundamento sobre el cual Dios desarrolla nuestras vidas y
cuando hemos entendido esto, estamos en la vid legítimamente y no seremos cortados sino
limpiados. La comprensión mínima de esto dará lugar al crecimiento y esto a su vez dará
lugar a mayor santidad, y mayor santidad dará lugar a una vida que es formada a la imagen
de Cristo.
Esto es retratado en Hebreos, al final del capítulo 5 y comienzo del capítulo 6. Aquí vemos
que Dios no admite en la iglesia a uno que siendo niño se mantiene siendo niño. Muy fuerte
viene la amonestación de Dios sobre los que se mantienen en infancia espiritual, sobre los
que son cumplidores de eventos, de reuniones en las cuales se gozan levantando la mano y
haciendo ademanes de adoración y alabanza, no entendiendo ni siquiera el principio de la
adoración y la alabanza, con el mundo en sus corazones, con deseo de que termine pronto
el sermón porque quieren irse a casa, quieren encender el televisor, quieren ocuparse de lo
que más les interesa, tienen otros intereses y no el reino de Dios, y pasa el tiempo y Dios
tiene misericordia pero no crecen, Dios sigue esperando pero no crecen, no sacan las
piedras, no se santifican para ser siervos de Dios. No entendieron el llamado de Cristo.
"Pero las cosas que para mí eran ganancia, las he considerado pérdida a causa de
Cristo. Y aun más: Considero como pérdida todas las cosas, en comparación con lo
incomparable que es conocer a Cristo Jesús mi Señor. Por su causa lo he perdido
todo y lo tengo por basura, a fin de ganar a Cristo" (Filipenses 3:7-8 RVA)
Pablo aquí no dice “algunas cosas” sino”todas las cosas”. Muchos no entienden que este
llamado del Señor es el único y normal; no es el llamado a un apóstol, es el llamado que
Dios hace a todo hombre con el fin de seguir a Cristo para ser salvo, para ser participante
de las glorias celestiales, para ser un hijo de Dios, para ser un redimido por la sangre del
Hijo de Dios.
En Romanos 6:22 Pablo dice “Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos
siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna”. Es decir,
la santificación es el fruto de haber sido libertados del pecado. Y bien vale la pregunta: ¿Y, si
no hay fruto que puedo esperar? Cristo dice en Juan 15:2 que todo pámpano que en El no
lleva fruto el Padre lo quitará. En Lucas 3:9 dice "También el hacha ya está puesta a la raíz
de los árboles. Por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado al fuego."
¿A qué fruto se refiere? ‐ La santificación. ¿Qué es la santificación? ‐El apartarse, el no tocar
lo inmundo, el correr a los brazos del Señor, el ser contenidos en la mente y el espíritu de
Cristo y no más en la mente de la carne. Santificación es tener un corazón nuevo y un
espíritu nuevo; es haber sido despojados del corazón de piedra y recibido de Dios uno
nuevo de carne. El corazón de piedra es el que corre detrás del mundo; el corazón de carne
es el que es sensible a la presencia de Dios, se santifica en la presencia de Dios, crece en la
gracia y en el conocimiento del Señor, crece en la separación con el mundo, crece en la
anulación de sus propios criterios para aceptar los criterios de Dios.
Santificación es tener una vida no mezclada, no contaminada. Es Cristo nuestra esperanza
de gloria y “ya no vivo yo si no Cristo vive en mi”. Esto no es una sugerencia si no una
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condición. Y el justo tiene dificultad y solo gana la batalla orando, confesando, procurando
ayuda, limpiándose continuamente, lavándose en la palabra, limpiando su conciencia de
malas obras, creciendo en la obra del Señor, siempre creciendo en la santidad, creciendo
en la comunión con Dios.
Esta es la única forma en que tenemos seguridad de salvación. No hay otra forma, no hay
otro camino, no hay otra propuesta. Las condiciones las pone Dios y esto es muy
importante. Yo no hago un pacto unilateral, sino que acepto la condición del Reino de Dios,
de renunciar a mi mismo para aceptar la mente de Cristo, de recibir el espíritu de Cristo y la
vida de Cristo en mí. “Ya no vivo yo sino que Cristo vive en mi”. Este es un principio
fundamental para ser aceptado.
Si alguno persigue otros intereses aparte de los del Señor, si alguien posee aspiraciones muy
fuertes que contradicen la vida espiritual, no ha muerto realmente, no se ha ofrecido como
sacrificio vivo, no se ha presentado a Dios como ofrenda. Y si los que efectivamente se
presentaron como ofrenda y santificaron sus vidas y viven continuamente velando y orando
y buscando la santidad, con dificultad se salvan, ¿dónde aparecerá el impío y el pecador? (1
Ped 4:18) ¿Adónde irá a parar el que voluntariamente se inclina hacia el mundo, el que
pretende hacer más ancha la puerta angosta porque tiene apetitos carnales, porque Cristo
no es su gloria, Cristo no es su motivo único, porque su vida no es Cristo?
Un poco de Cristo y mucho de mí mismo; un poco de Su voluntad y mucho de la mía; un
poco de santidad y mucho de mundo y carne. Mente carnal, palabras carnales, conceptos
carnales, decisiones carnales, oprobio y engaño. ¡Convirtámonos de nuestros malos
caminos!
Esto que estamos diciendo no es para darlo desde el púlpito. No es la predicación de la
santidad lo que va a convencer a la iglesia, sino la levadura de santidad leudará toda la
masa. No necesitamos más sermones sobre la santidad. Necesitamos que se levante un
pueblo pequeño, (no pensemos que va a ser muy grande), pero en algún lugar se van a unir
dos, en algún lugar van a haber dos o tres que le entiendan al Señor; en algún lugar se va a
producir la maravilla de la vida, el resurgimiento del Reino de Dios, en algún rincón cuatro o
cinco se van a juntar para orar. No para imponer a Dios sus planes y propósitos sino para
buscar a Dios y para entregarse a los propósitos y planes del Señor.
Vidas sensibles a la palabra de Dios y al Espíritu Santo. Vidas que arden para ver la iglesia
limpia. Arden para ver a Dios glorificado. Arden para que la palabra vuelva a ser la única
regla de fe. Hombres que se ponen sin programas, sin apetitos personales a buscar a Dios y
a entregarse a Dios, a vivir en la presencia de Dios, a conocer a Dios, a desear
profundamente sus palabras y sus dichos. Conocer su santidad, conocer su grandeza, su
amor infinito.
Su paciencia es para que seamos santos y sin mancha delante de Dios. Su paciencia infinita y
grandiosa es para los que de corazón resuelto limpian su camino. Entonces busquémonos
unos a otros para orar juntos, para entregarnos a Dios como instrumentos no solitarios,
sino juntos, pongámonos de acuerdo para orar. Los que esto desean, escudriñan la palabra,
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no dan por sentada ninguna cosa, revisan todo de nuevo y cada día encienden las lámparas
ya que sin santidad nadie verá al Señor (Heb. 12:14).
Ser usados por Dios como una pequeña minoría, como una pequeña piedrita, una pequeña
porción de levadura, un grano de mostaza que tiene vida, la semilla más pequeña pero
adentro hay un árbol, hay vida, toda ella es una semilla de mostaza, no está contaminada no
está rota, está entera, lista para caer en tierra y morir. Los que quieren ser usados por Dios
tienen que morir: “si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda solo pero si muere
lleva mucho fruto” y esa pequeña lucecita va a empezar a alumbrar en el lugar oscuro de la
noche de la iglesia y del mundo.
La luz va a ser clara. No va a surgir un movimiento de hombres sino de Dios. No va a venir de
la opulencia de una atracción mundana, de reuniones magistrales, sino que habrá un
aposento alto en el que los hermanos oran y se identifican con el crucificado, con el
despreciado, sabiendo que ellos también son despreciados y parte de la cruz, de la sangre,
del rechazo del mundo. El mundo los odia y en cualquier momento llaman a la puerta los
soldados romanos para llevar a los discípulos al patíbulo. Había un vínculo extraordinario
entre esos hombres que los unía. No solamente era la fe de Cristo, apabullados por los
acontecimientos que no podían todavía entender, porque en sus mentes no habían
comprendido hasta más tarde, cual era el camino del Señor. No entendían bien el porqué de
la cruz, el porqué de la muerte, de la resurrección y de la ascensión a los cielos. Todo esto
los había sorprendido porque pensaban que el Señor estaría por un tiempo prolongado con
ellos. Ahora debían esperar al Espíritu Santo. Y así como cayó sobre ellos, cae sobre los dos
o tres que se juntan para hacer esta obra. Dios no negará su Espíritu a los que quieren
consagrarse a El y vivir conforme a su voluntad. Dios va a tornar su rostro hacia los que
quieren santidad, los que quieren poner su vida en sacrificio, como olor grato a El, para que
la salvación nos venga en plenitud, para que nosotros también presentemos nuestros
cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios.
Necesitamos una atmósfera espiritual que nos ayude, un espíritu divino que nos guíe,
necesitamos ser entregados totalmente al Señor, necesitamos poner el reino de Dios
primero en nuestra vida antes que ninguna otra cosa, antes que esposo, esposa, hijo o hija,
volver a las condiciones, volver al evangelio verdadero, volver al llamado del Señor.
• Lucas 14:25‐33
• Marcos 8:34‐35
• Hebreos 10:26
• Hebreos 5:11‐14
• Hebreos 6:1‐8
• Juan 15:1‐12
• Romanos 11:22‐23
• Filipenses 3:7‐16
Necesitamos identificarnos con quienes somos. Necesitamos un lugar donde orar,
necesitamos una consigna, unirnos para la gloria de Dios. Todos los pastores debieran estar
en esa oración, ¿Quién nos convoca? ¿Quién convoca a esta oración? ‐Dios. ¿Cuántos
enemigos habrá que levante el diablo contra este incentivo, esta decisión? Habrá muchos
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adversarios entre hombres y demonios, pero los que estamos en acuerdo, unidos en espíritu
para ejecutarlo, tenemos que tener fuerzas para saber que vienen enemigos como un río
pero en Dios levantaremos bandera. A los primeros que habría que convocar es a los
pastores. Los pastores deben entender la urgencia del momento, la desesperada necesidad
de esto; deben salir de sus programas para meterse de lleno en la oración intercesora,
consagrando sus vidas de nuevo, reorientándose en Dios, bebiendo de nuevo hasta lo
profundo la palabra del Señor; caducando en todo plan, todo arreglo, todo programa y
metiéndose detrás de la oración y del Espíritu Santo; consagrándose enteramente a buscar a
Dios en esta hora y a recibir revelación de Dios, confirmación de Dios, fuerza de Dios, unción
del Espíritu, claridad, luz, lámpara, aceite, mecha despabilada, ojos abiertos de vírgenes
prudentes. A no ser que esto sea el incentivo de hoy, la pasión de hoy, el programa de hoy,
la meta de hoy, será difícil entonces que haya esperanza para este mover.
Una vez con Jorge estuvimos tratando de encender un fuego con leña húmeda y mojada.
Estuvimos trabajando con más o menos unos siete hermanos hasta que todos ellos
abandonaron la posibilidad y se fueron. Pero Jorge y yo nos quedamos ahí, todavía
encendiendo fósforos, a pesar de que ya nos quedaban solo unos pocos. Llegó un momento
en el que ya había empecinamiento de parte nuestra. Ya no nos movíamos hasta que el
fuego se encendiera. Había una especie de terquedad. Decíamos “no puede ser que nos
gane la humedad. ¡Vamos encender este fuego!”. Yo al principio estaba flojo, me quedé
porque Jorge se quedó, pero después pensé en animarme y de repente, la primer llamita
que salió de un tallo, de una ramita muy pequeña, de muy poco diámetro, apenas quizá
unos tres milímetros, que se secó de tantos fósforos que habíamos encendido. Así salió la
primera llama, de más o menos cinco centímetros de altura, insignificante. Pero arrimamos
una o dos ramitas y enseguida cedieron a ella. Y cuando tuvimos una llama de unos veinte
centímetros comenzamos a agregar madera más gruesa y más gruesa hasta que al final
teníamos un fuego que rugía tanto que había que apartarse a tres metros porque era mucho
el calor. Pusimos troncos, troncos grandes, y logramos un fuego que atraía la atención de
todos por la luz y el calor que de él salían. De la nada a la superabundancia de luz y de
fuego.
Nunca nos vamos a olvidar de aquel acontecimiento, de esa lección que Dios nos mostró.
Una lección que viene bien para hoy. ¿Dónde está la ramita? ¿Dónde está la otra ramita que
se va a unir a esta? ¿Dónde están los fósforos? ¿Dónde está la intención que no declina
frente a los problemas? ¿Dónde está la insistencia? ¿Quiénes van a prevalecer en esta hora?
¿Quiénes van a luchar hasta que el fuego arda? ¿Quiénes van a poner sus vidas
exclusivamente a los pies de Jesús para lo que El quiere, para que su Espíritu lo haga con el
fin de que El sea glorificado y todo sea para El? ¿Quiénes van a a hacer esto?
Siempre estamos mezclándonos un poquito con alguna cosa nuestra, con una gloria nuestra.
Aquí se trata de la gloria del Señor y no la nuestra. Se trata de obedecer lo que Dios quiere
para que legítimamente arda la hoguera de Dios, se encienda el candil divino y las lámparas
de las vírgenes prudentes sean encendidas. Que haya abundancia de aceite, los ojos estén
abiertos y la iglesia esté preparada para la venida próxima del Señor.
Levantémonos para edificar, hagamos la lista, unámonos en oración, hagamos arder el
fuego de Dios. Dios está con nosotros. ¡A El sea la Gloria!. Esto requiere de nosotros un
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compromiso férreo con la oración prevaleciente de los santos por la marcha del Reino de
Dios, por la santificación de la Iglesia. Un clamor constante por luz para guiar los pasos de
los santos. Y nuestra oración no debe ser para que un grupo selecto, se levante sino para
que Dios bendiga a todo su pueblo, a toda su obra.
Si leemos bien la palabra, vemos que es el Señor quien edifica su iglesia en la última hora y
debemos tener confianza que el cumplirá lo que prometió. “Yo edificaré mi Iglesia y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella”. ¡NO PREVALECERÁN! La victoria es de
Cristo, la victoria es nuestra en el Señor. Dios quiera que se inicie un pequeño grupo con
fuego espiritual que encienda muchos grupos de oración, no con el particular deseo de que
se cumpla nuestra voluntad como nosotros la vemos sino que se busque de todo corazón la
soberana voluntad de Dios. No pensando en una circunstancia determinada que nos
interesa a nosotros, sino la gran circunstancia de la necesidad de que el pueblo de Dios se
encienda hoy con el poder del Espíritu y con el esclarecimiento meridiano de la palabra.
Que este grupo esté emancipado de todo sectarismo. A veces, los grupos de oración son
grupos de guerra propia; son grupos para cumplir el mezquino propósito de alguna persona
o varias personas, o de un grupo determinado. Oremos para que Dios nos convoque.
Oremos para que Dios dé la dimensión, oremos para encender toda la casa de Dios con la
oración. Oremos para que se cumpla el propósito de Dios. Lo que buscaremos sobre todas
las cosas será su voluntad, la guía de su Espíritu, la amplitud de su Espíritu, la profundidad
de su Espíritu. Conocer a Dios y encender la iglesia. Si bien seremos responsables de la parte
que está en nuestras manos, sin embargo nunca dejaremos de desear la bendición de todos
los santos. Y el que se arrima a Dios, encontrará un Dios que ve toda la iglesia. El mira desde
su trono alto y sublime a todos los santos.
Cuando El dice: “¿Quién irá por nosotros, a quién enviaré”? Es Dios buscando obreros para
su obra, para su Reino y su gloria. ¿Qué extensión tiene eso? –Toda la que Dios quiera darle.
Si bien es verdad que Dios generalmente trabaja en pequeños grupos, pero ahí solo
empieza. El propósito es llenar la iglesia, toda la iglesia, avivar su pueblo, bendecir su reino
sobre la tierra, santificar su iglesia, el cuerpo de Cristo, que no tiene barreras,
denominaciones, ni paredes, es lo que está en el corazón de nuestro Padre. Debo decir, si
bien es verdad que quizás a través de su mediación Dios bendiga una parte, pero tu oración
será para el todo, para los santos redimidos de Dios en todo lugar.
Pongámonos a trabajar. No sabemos qué hacer, pero deseo que a los que oímos esta
palabra nos pase lo que le pasó a los judíos, en el tiempo cuando hablaba Malaquías al
pueblo (Mal 3:16). Muchos no oyeron, pero algunos que temían a Jehová, hablaron cada
uno con su compañero. Usando esta misma palabra, y entendiendo el corazón de Dios, los
que tememos al Señor debemos hablar cada uno con nuestro compañero a fin de orar y
ponernos de acuerdo para clamar por el pueblo de Dios.
Nos toca particularmente este mover del Espíritu que Dios comenzó años atrás. Nos separó,
pero para formarnos, para santificarnos, para darnos las lecciones que El necesitaba dar, y
una vez preparados, una vez santificados e iluminados enviarnos como un fermento santo
entre las denominaciones, a las corrientes cristianas del mundo para avivar a todo su
pueblo. Oremos para esto. Particularmente nos toca en responsabilidad personal a cada uno
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de nosotros este mover del Espíritu. Y aunque abarcaremos en nuestras oraciones todo,
estaremos también atentos a cualquier indicación que El nos dé en cuanto a este mover de
Dios en el cual estamos comprometidos. ¿Amén? Hagámoslo en fe, en obediencia, con
constancia, CON CONSTANCIA. No como quien se miró al espejo y después se fue y se
olvidó. Sino que la actitud que nos asista sea la de permanecer, la de prevalecer. Dios
necesita la oración que prevalece. Hay fe de que Dios está oyendo, hay fe de que Dios va a
responder conforme a sus promesas y esa fe nos lleva a confiar y a prevalecer en oración.
Escuchemos la amonestación de Santiago 1:6, “pero pida con fe, no dudando nada, porque
el que duda es semejante a la onda del mar que es arrastrada por el viento y echada de una
parte a otra. No piense, pues, quien tal haga que recibirá cosa alguna del Señor”. La primera
seguridad que tenemos es que esto está instruido por el Espíritu Santo. Dios manda que
oremos. Si oramos conforme a su voluntad, sabemos que tenemos la petición que le
hubiéramos pedido, y que si siendo nosotros malos damos buenas dadivas a nuestros hijos,
cuánto más nuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo, dará buenas cosas, dará triunfos,
dará frutos espirituales y responderá a la oración de los que se lo piden. Y si pedimos algo
conforme a su voluntad, dice la palabra que El nos oye. Y si nos oye, sabemos que tenemos
las peticiones que hicimos. ¡Dios lo hará!
Nunca vino en la historia una santificación de la Iglesia sin oración. El pivote de todo
movimiento espiritual de la iglesia a través de todos sus siclos, fue la oración. Siempre hubo
en la base de todo movimiento algunos que se reunieron para orar. Quizá fue uno que
oraba, y luego otros se unieron, pero había oración prevaleciente. Oración que santificaba a
los que oraban. Y a medida que oraban, iban aprendiendo de Dios y tomando fuerza en el
Espíritu y siendo bendecidos, transformados, fortalecidos, hasta que la llama ardió y el
Espíritu Santo vino con su preciosísima obra avivando a la iglesia, santificando a los santos.
Y miles y miles se convertían como resultado de esto. Siempre todo comienza cuando uno o
dos determinan unirse para orar.
El movimiento en Casanova (1962‐1965) comenzó de esta mismísima manera. Ayuno y
oración eran las condiciones fundamentales para la convocación. El día viernes era día de
ayuno y oración y en la oración estábamos diciéndole al Señor “Sin Ti nada podemos hacer”.
¿Qué hizo Dios? –Respondió con fuego celestial, con bendición de muchos corazones, con la
apertura de la palabra y la revelación de cosas que nunca habíamos entendido. ¡Oh! ¡Qué
bendición! Necesitamos renovar esos tiempos de oración, ese clamor en la presencia de
Dios. ¡Hagámoslo! Seamos persistentes, perseverantes. Hagámoslo con fe, sin dudar.
Ciertamente no será en vano buscar al Señor. Dios nos va a responder mucho más
abundantemente de lo que pedimos y entendemos. ¡A El sea gloria en la iglesia por los
siglos de los siglos en todas las edades! ¡Amén!


Extraído del link :

http://haciendodiscipulos.com.ar/escritos/imb/Hagamos%20la%20Lista.pdf

lunes, 18 de junio de 2012

RELACIONADOS EN EL AMOR IVAN BAKER




RELACIONADOS EN EL AMOR

IVAN BAKER



Hace aproximadamente un año comencé a formar un grupo de discípulos en mi casa. Hice
arreglos con mi hijo Alex para que llevara el grupo que él lideraba a otra casa, y así comencé.
Quedaron unas doce hermanas que hace años están en casa, y dos varones.
Razones para formar el grupo:
 Renovar mi contacto directo en ganar y formar discípulos. Notaba que mi ministerio
iba poco a poco inspirándose en experiencias pasadas. Necesitaba volver al surco con
todas las implicaciones.
 Además, me di cuenta que la iglesia necesita modelos. Entendí que necesito ser
modelo, siempre, de todo lo que pretendo que otros sean, hagan y enseñen. Cuando
Jorge predicó sobre esto en un retiro hace unos tres años entendí que venía del Señor.
Me impactó. Es lo más fuerte, lo que más impacta. Es lo único que realmente hace
convincente nuestro ministerio. Digo con Jorge que necesitamos modelos de
matrimonios, padres, hijos, familias, trabajadores, ministerios y grupos de discipulado
en los hogares. (O iglesias en las casas).
Dios nos ha prosperado y ya hay un grupo de 10 varones y algunas mujeres más. La mayoría
apunta bien.
En noviembre pasado entendimos que había llegado el tiempo de relacionarlos para ir
formándolos como cuerpo. Ahora entendemos que ésta es una de las funciones más
importante del ministerio. Quizá la más importante.
Así que durante el mes de noviembre oramos y procuramos la guía y la sabiduría de Dios.
Iniciamos el primer viernes de noviembre con una vigilia y continuamos cada viernes orando
juntos y esperando alguna indicación o revelación del Señor.
Nada notable pasó hasta el último viernes. Allí sentimos que teníamos que concentrarnos en
la última frase que Pablo escribe al final de Efesios 4:16 “…recibe su crecimiento para ir
edificándose en amor.”
Lo había leído cientos de veces pero ahora, era como que el Espíritu Santo ponía su dedo
sobre el pasaje, especialmente las cinco últimas palabras: “PARA IR EDIFICANDOSÉ EN
AMOR” y nos señalaba un imperativo. Esto vino con fuerza, con mucha fuerza a mi espíritu.
Pero esto era solo la primer parte. La declaración que siguió vino más clara y terminante: ¡Si
no encarnan el amor de Cristo, no hagan coyunturas!
Aquí venimos al tema. Mi tema es el amor. Y porque no profetizarlo: VIENE UN TIEMPO
DE MAYOR PROFUNDIDAD DE LA HUMILDAD Y DEL AMOR DE CRISTO ENTRE
NOSOTROS.
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Entonces, esto no lo puedo predicar o enseñar. Solamente lo comparto como una profunda
inquietud de Dios dentro de mí. Un ansia que con fe podemos vislumbrar.
1. EL AMOR DE DIOS
Dios siempre nos ha hablado del amor. Dios es amor. Su amor expresa la misma naturaleza
de su persona. El vuelca su amor abundantemente hacia nosotros y todo el mundo. El amor es
el vínculo perfecto que nos relaciona con él. Es también el vínculo indispensable que nos
relaciona los unos con los otros.
Cristo es el objeto del amor de Dios. En Cristo se centran todos los afectos del Padre. Y quien
está en Cristo también participa de todos ellos. Por lo tanto, el amor se constituye en la
indispensable prueba de nuestro discipulado. Y el amor nos hace estar en paz con Dios, con
nuestros hermanos y aun con nuestros enemigos. Es la señal identificatoria de todo genuino
discípulo.
Cuando Jesús nos enseñó a amarnos unos a otros, puso énfasis en que era “un nuevo
mandamiento” En el transcurso de los siglos se daba una nueva oportunidad de amar. Aquí
hay evidencia del cambio profundo que se produce entre Dios y el hombre a través de la
redención. “Un nuevo mandamiento” para una nueva relación entre el hombre y Dios por
causa de la redención. ¡Aleluya! Una dimensión nueva de la presencia viva de Dios en los
redimidos. La “supereminente grandeza” del poder de Dios por el Espíritu Santo llenando y
actuando en el hombre.
Pero es necesario que también prestemos atención a la otra observación de Jesús: Ámense
“como yo les he amado” No amor “sentimiento”… amor para sentirnos bien, sino amor
como Cristo amó. Amor de Cristo, enviado de Dios por el Espíritu Santo para que en el
receptor se cumpla la redención, comunión con Dios, santificación, edificación. El pleno
desarrollo a la imagen de Cristo.
El amor fue el signo que distinguía a la primera iglesia. “Mirad como se aman”, decía la
gente.” La multitud de los que habían creído eran de un solo corazón y una sola alma…”
¿Cuál era la clave de semejante unidad? El amor de Cristo. “Comían juntos con alegría y
sencillez de corazón”. “Ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía.” ¿Por qué era esto?
Porque se amaban con el amor de Cristo.
En ésta iglesia el amor superaba todo: la elocuencia. El profesionalismo…que seguramente
no existía. Todo era sencillo, común. Pero había “eso” que no era común: se amaban.
Seguramente ese amor descendía del ministerio. Los padres que ministraban se amaban.
Amaban entrañablemente a Cristo, se amaban entre sí y proyectaban la gracia del amor sobre
todos los santos. Este es el orden natural. De no darse esto, es impracticable esperar tener una
iglesia que se ama. El amor de los unos para con los otros comienza con ese amor que Cristo
vuelca desde los que presiden.
2. TRES EXPRESIONES DEL AMOR DE CRISTO
Había tres aspectos definidos por donde operaba la gracia de Cristo. Y si queremos amar
como él, estos mismos canales tienen que operar en nuestras vidas.
A. COMO SALVADOR
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Como Salvador, Jesús califica la razón misma de su venida al mundo: “El Hijo del hombre
vino para buscar y salvar lo que se había perdido” Este era su objetivo, su blanco, la razón
del todo de su venida al hombre.
Jesús es Salvador. ¿Quién puede medir el caudal del amor y gracia que fluye de la cruz? Su
amor no se mostró con palabras o promesas solamente sino que para salvar entregó su vida en
expiación. Este es el primer canal por donde fluye el amor de Cristo.
¿Cómo se aplica esto a nosotros? ¿Podemos nosotros fluir por ese mismo canal? A primera
vista diríamos que sólo Jesús puede hacerlo.
¿Quién puede asemejarse a él? Solo Jesús salva. Cuán cierto es esto. Pero pensemos: ¿Puede
Jesús salvar sin nosotros? ¿Nos hemos dado cuenta cabalmente, alguna vez, (porque el
pensamiento es profundo y escrutador) que SI LOS REDIMIDOS NO CUMPLEN SU
PARTE EN LA REDENCION, LA OBRA DE CRISTO QUEDARÍA TRUNCA? Esto es
para meditar. Si la Iglesia no cumple su parte, ¡Dios carecería del otro elemento
indispensable para efectuar la redención del hombre!
¿Quién determinó que fuera así? Dios. El hombre se va a salvar por la “locura de la
predicación” Y el plan de Dios es que SOLO LA IGLESIA sea heraldo de la salvación.
Dios puso las llaves del reino en las manos de un hombre, y nunca las retiró.
Los ángeles no predican. (Caso Cornelio) El Señor no predica (Caso Saulo) “Las piedras” no
predican… Pero van a clamar contra nosotros si no lo hacemos. Es algo bien conocido que la
gracia redentora es visible y eficaz en la medida que la Iglesia se levanta, se santifica y calza
sus pies con el “apresto del evangelio”
Como sacerdotes de Dios, sólo a nosotros se nos ha encomendado “proclamar las virtudes
de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable” Gracias a Dios por el Poderoso
Espíritu Santo que se mueve para despertar, acicatear y energizar al pueblo de Dios en la
tierra
Quizá ahora entendemos mejor el grito de Pablo: ¡Ay de mí si no predicare el evangelio! Es
profundo y elocuente oír a Pablo decir: “…cumplo en mi carne LO QUE FALTA de las
aflicciones de Cristo…” ¿Qué falta de las aflicciones de Cristo? Lo que tiene que poner la
iglesia: LA SOBREEDIFICACION. El fundamento está puesto, ahora falta predicar y
edificar sobre ese fundamento.
Pero hay otro aspecto del ministerio de salvación que nos toca ejercer:
SALVAR A LOS REDIMIDOS.
¿Qué significa esto? Socorrer, defender, cubrir a los santos. Este es el amor de Dios fluyendo
por nuestro canal salvífico:
- “Si tu hermano peca contra ti…” (Mt. 18) Salvamos al hermano y a la iglesia de una
situación pecaminosa.
- “Si alguno entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver…
salvará de muerte un alma…” (Santiago 19:20)
B. COMO SIERVO
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El segundo canal por donde fluyó la gracia del amor de Dios en Cristo fue en su carácter
de siervo. Fue el perfecto siervo. “El hijo de hombre no vino para ser servido sino para
servir…” La descripción que hace Pablo de Jesús en Filipenses 2:5-11 jamás perderá su
profundo y conmovedor impacto. La expresión está hecha con vocablos humanos
tratando de describir lo indescriptible, aquello que excede todo conocimiento. Poco
sabemos de todo lo que hay encerrado en la exclamación gozosa del Padre. “¡Este es mi
hijo amado en quien tengo contentamiento!” Sobre todas las cosas, en su encarnación,
Jesús fue SIERVO.
Comienza desde niño: “Entrando en el mundo dice: me preparaste cuerpo…He aquí que
vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Un pesebre fue su cuna de nacimiento. Y su
primer prueba fue guardar silencio por 30 años, sin siquiera insinuar la divina potencia y
autoridad que moraban en él. Se sujetó en todo al Padre: “Nada hago de mí mismo. El
Padre que está en mí, él hace las obras.” Sirvió a sus discípulos, sirvió a hombres y fue
obediente hasta la muerte.
Este es, también, nuestro segundo canal por donde se debe expresar el amor de Dios.
Debemos servir a nuestra esposa, hijos, amos, vecinos, amigos, enemigos, a los hermanos
y a Dios. El amor es abstracto en sí, se manifiesta por las obras. Así Dice Santiago.
Siendo así, el amor sin servicio carece de sustancia.
Pero no debemos hacer cualquier servicio que se nos ocurra. El mundo estará encantado
si ve a los santos ocupados en “servicios generales” que no alteren el “status quo” del
mundo. Así como Jesús nada hizo que no viniera del Padre, así ni nosotros si no viene de
Dios. Para esto debemos ser hombres de una visión bien clara, y no salirnos de ella.
Entonces, cualquier servicio que hagamos debe coincidir con el plan y el propósito de
Dios. Para esto debemos aprender a invertir bien nuestro tiempo. Muchas cosas “buenas”
pueden ser obstáculos para cumplir lo específico que Dios nos ha encomendado.
C. COMO AMIGO
Se decía de Jesús que era “amigo de los pecadores” Siempre nos impactado el profundo
afecto que había entre Jesús y sus discípulos. Hay escenas muy tiernas en esa relación. Se
nota una intimidad de amor y cariño como cuando Juan estaba recostado sobre el pecho
de Jesús. No debemos tomarlo como un hecho aislado, más bien indica la ternura que
partía de un hecho: eran amigos.
“Mirad como se aman,” decía la gente de nuestros primeros hermanos. Es que eran
AMIGOS. Y esa amistad era la que cautivaba la gente. Podemos relacionarnos y
servirnos por cumplir un deber, porque se nos impone la obligación. No podemos decir
que esto está mal. Si cumplimos nuestro deber y atendemos debidamente las cosas que se
nos imponen, seremos aprobados.
Pero hay algo más que esto: servir por amor. ¡Ser amigos!
El ser amigos cala hondo, hace dulce y atrayente la relación. Crea vínculos más allá del
deber de cumplir lo que se nos impone. Podemos conocernos profundamente. Estar juntos
es un deleite, no una cita. No tenemos recelo en hablar lo íntimo.
4
Así es aún en el mundo, entre los hombres. Pero, ¿Cómo será en la iglesia donde tal
amistad se nutre en la corriente del amor de Cristo? Jesús dijo a sus discípulos: “Ya no os
llamaré siervos sino amigos, porque el siervo no sabe lo que hace su Señor, os llamaré
AMIGOS porque todas las cosas que vi de mi Padre os las he dado a conocer”
¿Ven? ¿Por qué amigos? “Porque todas las cosas que recibí de mi Padre os las he dado a
conocer”. Esto hace amigos y es a la vez la riqueza de esa relación de amor. ¡Oh, cómo
abrió Jesús su corazón a sus discípulos para volcar en ellos las “intimidades” del Padre,
de la casa celestial, de su plan y propósito! Cundía el candor, la alegría, la profunda
emoción. ¡ERAN AMIGOS!
Frecuentemente, cuando cesa el deber de estar y cumplir nuestra tarea… no hay más.
Como padres, podemos cumplir todas nuestras obligaciones de padre… ¡y no más! Como
esposo… como pastor… y no hay más.
No es posible ser amigos de todos, pero de algunos es indispensable que lo seamos:
esposa, hijos, colegas, y todos los más allegados a nosotros en la tarea el Reino.
CONCLUSION.
 Creo haber entendido que el signo principal de toda relación es el amor de Cristo.
No quiero hacer coyunturas si el amor de Cristo no se manifiesta claramente entre
nosotros.
 Quiero revisar mi relación con mi esposa. Ella es mi relación más íntima.
 Debo revisar mi relación con mis colegas y los que trabajan para el Señor cerca
mío.
 Creo que VIENE UN TIEMPO DE MAYOR PROFUNDIDAD EN LA
HUMILDAD Y EL AMOR DE CRISTO ENTRE NOSOTROS. ¡Amén!






EXTRAÍDO DE ENLACE 



http://haciendodiscipulos.com.ar/escritos/imb/Relacionados%20en%20Amor.pdf

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viernes, 15 de junio de 2012

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miércoles, 13 de junio de 2012

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martes, 29 de mayo de 2012

Restauración de la Iglesia Meditación de Ivan M. Baker






1
Restauración de la Iglesia
Meditación de Ivan M. Baker, 17 de marzo de 1998

Siento muy fuertemente esta cuestión de nuestro relacionamiento, esta ligazón entre
nosotros. Estamos unidos en un Cuerpo, en el que nadie debe sentirse solo. Esto es
muy importante ya que la soledad no es buena consejera. Tenemos que estar
debidamente y correctamente relacionados; no relacionar cualquiera con cualquiera,
sino relacionarnos con quienes puedan ayudarnos a ser edificados.
Hay distintas circunstancias en la vida y hay veces que necesitamos una ayuda de
arriba para abajo, de alguien que tenga más gracia, más estabilidad, más experiencia;
de alguien que ayude al que tiene menos experiencia y que se encuentra en necesidad.
También necesitamos la coyuntura lateral, que es un relacionamiento entre
compañeros y compañeras, pero NADIE debe estar solo.
El Reunionismo Y El Sistema Congregacional Vs. El Cuerpo De Cristo
Puede ser que seamos parte de una iglesia que no entiende esto y estamos solos
aunque vamos a la reunión, nos encontramos, pero saliendo de la reunión ¿A dónde
vamos? Y bueno, solo nos queda esperar hasta la próxima reunión; pero cuando
finalmente estamos en la nueva reunión ¿Qué hacemos? Simplemente nos saludamos
con otros con un buen abrazo, un apretón de manos, un “¿Cómo estás?”, en un
ambiente de mero afecto social, de mera amabilidad, pero eso no alcanza a cumplir lo
que el Señor dice en cuanto a que somos un Cuerpo bien ajustado. Eso es lo que
llamamos “congregacionalismo”. Esta Iglesia congregacional depende de una agenda
de reuniones, eventos especiales, retiros, campamentos, etc., en los que se cumple
siempre la misma fórmula: Unos pocos dirigen, y muchos pasivamente asisten, para
luego pasar momentos de camaradería en los que ni siquiera Cristo es el centro.
“¿Cómo te va? ¿Qué vestido compraste? ¿Dónde fuiste? ¿Qué comemos mañana?
Encontré un supermercado más barato, ¿Cómo te va del hígado?” Las mujeres
empiezan a charlar de las enfermedades y después hablan un poquito de lo que pasó
el domingo pasado.
En este sistema congregacional no hay conciencia que existe un combate espiritual y
que es necesario combatir contra nuestra carne para entrar en los temas de Dios; se
navega en la superficialidad de lo mediocre y aunque no se hablan cosas malas,
tampoco los temas del Reino son la prioridad. Por ejemplo sería muy cáustico
preguntarle a alguien sobre qué persona visitó en la semana ya que se piensa que esa
tarea es de los evangelistas. En esta iglesia congregacional, lo importante es lo que
sucede en la reunión; tener un buen predicador, tener buena música y buena
alabanza, pero resulta que después te vas y piensas que todo está muy bien, pero
¿Qué estará recibiendo realmente el Señor, si después de esos momentos de alabanza
y de cosas que a nuestro parecer fueron agradables a Dios, vivimos carnalmente y
estamos dedicados al mundo y a nosotros mismos? Esa alabanza entonces no fue real
y esa reunión fue una ficción que me hizo creer que yo era espiritual y que ya cumplí
con Dios.
2
Sin embargo la Iglesia Cuerpo de Cristo es diferente. Las coyunturas no se relacionan
en una reunión sino que tienen un relacionamiento que las insta a ayudarse
mutuamente; bebiendo y comiendo de la relación y no de una reunión.
En el sistema congregacional lo que importa es todo lo que pasa en la reunión,
alrededor de los pastores y de los principales hombres. Todo lo que se me pide es estar
presente, escuchar el sermón, poner la ofrenda, y con eso está todo bien. El cómo
estoy o cómo está mi vida no es un tema dentro de la reunión.
Por el contrario, en el Cuerpo de Cristo lo importante es lo que sucede con las vidas de
las personas entre reunión y reunión; lo que importa es la vida de la comunidad, el ir y
venir de cada miembro durante la semana. Es más, se llega a percibir que la reunión a
veces ni hace falta o se puede hacer de vez en cuando como un agregado, ya que
cuando nos reunimos no estamos buscando un sermón, sino que buscamos
encontrarnos con nuestro Papá. Se puede preparar un sermón, pero se deja de lado
hasta que Dios te diga que lo des; y así pueden pasar cinco domingos sin dar ese
mensaje porque los hermanos comparten sus testimonios de lo que sucedió durante la
semana, haciendo todo sin una rutina o agenda rígida sino estando atentos a escuchar
lo que el pueblo tiene que decir.
Es por esto que cuando Pablo dice: ¿Qué hay cuando os reunís? Él dice así: ¡Cada uno
tiene!, es decir, cada miembro es un sacerdote que tiene testimonio, profecía, que
puede compartir algún capítulo que le hizo bien durante la semana leyéndolo delante
de todos o alguna bendición de Dios; quizás hubo algún vecino que se convirtió,
alguien que se bautizó o alguna palabra que vino del Señor, que al compartirlas
edificamos a todo el Cuerpo. Así, en este ejercicio de comunión puede acontecer una
multitud de cosas.
En el congregacionalismo, se enseña todo lo que hay que hacer desde el púlpito; pero
en el Cuerpo de Cristo todos nos enseñamos; los unos a los otros. Es una diferencia
tremenda ya que en el primer sistema, cuanto más grande el número de miembros,
menos se percibe cuántas personas se fueron ni tampoco se les conoce a todas
individualmente; en cambio en la Iglesia como Cuerpo todos nos conocemos por
nombre, todos tenemos algún ejercicio de amor el uno con el otro. Esto es el Cuerpo
de Cristo bien ajustado y relacionado entre sí por todas las coyunturas que se ayudan
mutuamente.
Es por esa razón que nosotros crucificamos hace 30 años este sistema congregacional
de reunionismo o “reunionitis” que antes seguíamos.
Las Campañas De Evangelización Vs. El Sacerdocio De Cada Santo
Lo mismo sucede con la evangelización masiva. Dios puede hacer que de repente se
junte mucha gente y haya una reunión masiva durante 15 días; pero eso de querer
juntar a las personas obliga a poner carteles, anticipar lo que va a pasar y traer un gran
predicador ya que se tiene la noción que si no hay grandes manifestaciones del Espíritu
Santo no es posible evangelizar; se hace todo rápido, de forma masiva y se tiende a
decir: ¿Para qué vas a estar individualmente hablándole a la gente si se le puede hablar
a un millón de personas a través de la radio y la televisión? Y eso está totalmente
errado.
3
La realidad es que la Iglesia de Cristo se desparrama por todos lados cuando cada
miembro es un discípulo que lleva el mensaje a otros y antes que te des cuenta estás
predicando por todas partes, cosechando un fruto que permanece porque ha sido
ganado a través del contacto directo entre una persona que se encuentra en necesidad
y un discípulo.
Yo hice 47 campañas en la Argentina con un gran equipo evangelístico; pintaba
cuadros a todo color, cantaba, teníamos a alguien que predicaba muy lindo y otro que
dirigía el cántico, sin embargo después de haber seguido por tanto tiempo ese sistema
¿Cuántos se convirtieron realmente? Había veces en las que hasta 200 personas hacían
una profesión de fe, pero ¿Cuántos quedaron después de tantos años? Yo me di
cuenta que los que quedaban de la gran campaña eran los que habían sido traídos por
un vecino que los conocía y que se había dedicado a cuidarlos, a explicarles cuando no
entendían nada y a llevarlos y traerlos de la reunión. Descubrí que la gran campaña
necesitaba un Cuerpo de hombres y mujeres bien relacionados que ayudaran a los
demás.
Haciendo una analogía con la guerra, se puede decir que en el sistema congregacional,
la evangelización se realiza lanzando toda clase de bombas a larga distancia, pero en el
Cuerpo de Cristo es la infantería, o sea todos los soldados, la que gana el terreno y
hace la ocupación. Un ejército puede llegar a una ciudad y bombardearla por todos
lados, pero hasta que la infantería no arremete, no hay ocupación y no se ha ganado la
batalla.
Así que descubrí que en la estrategia de Dios Celestial, todos los miembros de una
congregación hacen la campaña; todos están ganando más vidas y cada persona que se
convierte tiene a alguien detrás que la alimenta, ayuda, aconseja y dirige dentro de
este gran Cuerpo de Cristo, que es amor, gracia, buen suceso, buen ejemplo y
edificación y cuidado mutuos. En este mover, no existe bochinche ni ruido; pero hay
un comunicar de la Palabra de Dios, del amor de Cristo, el cual no hace falta explicar
mucho porque se ve en medio de todos. Así era la Iglesia Primera, una nación de
sacerdotes que iban por todos lados predicando la Palabra del Señor.
Aquellos que viven un sistema congregacional no han entendido el sacerdocio de
todos los santos. Ellos tienen una estructura que se divide en “clérigos” y “laicos”. Los
clérigos son los principales pastores y todos los que están en el ministerio y los laicos
son todos los demás, aquellos que vienen a escuchar el sermón. ¡Qué invento terrible
del diablo! Dividir la Iglesia entre pastores y laicos; entre los que ministran y los que no
ministran; esto es un crimen que arruina totalmente a Dios, su Cuerpo y su Iglesia.
Un Solo Llamado A La Consagración Para Todos
Cristo tiene un solo llamado para toda su Iglesia; llama al Apóstol Pablo de la misma
manera como me llama a mí, sin embargo algunos se engañan pensando que Pablo
puede decir “todo lo reputé pérdida por el inminente conocimiento de Cristo Jesús mi
Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura”, porque el nivel de
consagración y santidad al cual él fue llamado es mayor que el nuestro, cuando en
realidad Pablo sólo está obedeciendo las palabras del Señor: "Si quieres venir en pos de
4
mi, niégate a ti mismo, toma tu cruz y pierde tu vida" Por lo tanto, todo creyente tiene
que medirse a través de las palabras de Pablo.
En la iglesia de los hermanos libres decíamos, “Qué gran Apóstol es Pablo”, pero en
realidad él sólo está siendo un buen discípulo ya que toma su cruz, se niega a sí mismo
y pierde su vida. Esa medida debe estar en cada uno de nosotros ya que somos todos
de la misma categoría; todos somos una nación de sacerdotes.
Con respecto a los ministerios, existen ministerios especiales y dones en la Iglesia que
se enmarcan en este contexto donde hay un sólo llamado, una sola santidad, una sola
entrega al Señor y consagración de todos los miembros del Cuerpo.
Volver A La Sencillez De La Palabra Vs. Los Conceptos Traídos Por El Hombre.
Es increíble ver que aunque el sistema congregacional lo tachamos hace 30 años,
todavía hoy hay quienes quieren levantar ese método. Yo creo que algunas personas
en esta renovación no recibieron nada realmente de Dios, sino que son evangélicos
recalentados con alguna cuestión espiritual, pero que no entendieron la estrategia
nueva de Dios, o mejor dicho, la antigua estrategia de Dios cuando dice: "Párate en tus
caminos, pregunta por las sendas antiguas y anda por ellas"
No tenemos que aprender nada del mundo de hoy, hay que aprenderlo todo leyendo
la Biblia y preguntándonos ¿Cómo era Pablo?, ¿Cómo era Pedro?, ¿Cómo era la Iglesia
Primera?, ¿Cómo era el Señor entre los hombres?, ¿Cómo el Señor formó discípulos?,
¿Cómo el Señor formó apóstoles? No es necesario tener escuela bíblica, clericalismo,
templismo ni denominacionalismo, sino hacerlo todo como la Iglesia Primera.
La Iglesia primera no tenía templos porque entendían que el templo era cada
miembro, cada uno de ellos. Algunos piensan que la primera Iglesia se reunía dentro
del templo de Jerusalén, sin embargo ese templo era representativo y simbólico de lo
que había de venir y que caducó cuando se estableció el nuevo pacto con Cristo. Lo
que hacían los hermanos era ir al templo de Jerusalén o al pórtico de Salomón para
predicar la palabra a toda la gente que se reunía fuera, pero no entraban al templo
mismo ya que ahí solo tenían acceso los sacerdotes.
El que no sabe piensa que el templo era un recinto donde podían caber mil personas,
pero en realidad era un lugar pequeño donde no cabían más de cinco o seis personas y
en el cual el Sumo Sacerdote realizaba el sacrificio por los pecados del pueblo una vez
al año detrás del velo. Dentro del templo también se encontraba el Lugar Santo que
era ocupado por los sacerdotes únicamente, los Levitas, que entraban de a dos o tres,
por lo que el espacio en todo el lugar era bastante reducido.
El templo de Jerusalén era un símbolo de la Iglesia, pero una vez que Cristo vino, él se
tornó en la víctima, por lo que ya no se necesitó más el altar de bronce para continuar
con los sacrificios. A su vez el lavacro es representativo de la sangre de Cristo que
inmolaba todo pecado y de la Palabra de Dios que limpia a los hombres, por lo que hoy
tampoco es necesario tener el lavacro. En cuanto al Lugar Santo y Santísimo, con Cristo
el velo fue quitado por lo que ahora ya no existe más Lugar Santo y Santísimo sino que
hay un sólo Lugar Santísimo de la presencia misma de Dios en donde llegamos por
medio de la oración, no necesitando un sacerdote que venga a interceder por
nosotros.
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El templo real es mi cuerpo, tu cuerpo, somos todos nosotros cuando tenemos a Cristo
Jesús dentro. La Iglesia Primera jamás hizo un edificio o puso un ladrillo arriba de otro
o una piedra arriba de otra, eso no está en la Biblia. La iglesia era un sacerdocio
volcado hacia el pueblo, la “plaga” que nadie podía sacarse de encima.
Sin embargo a nosotros el diablo nos engañó, encerrándonos en un edificio donde nos
entretenemos con lindos himnos y lindos sermones, pero no logramos entender que
Dios nos sacó de eso hace treinta años. Muchos hoy en día siguen con las mismas
cosas, siendo engañados por el sistema que les hace pensar que aquel que no predica
grandes sermones no puede ser pastor. Yo me pregunto: ¿Cuándo Pablo dijo que hay
que elaborar grandes sermones? ¿Cuándo Pedro? o ¿Cuándo Cristo? Si vemos como
hacía las cosas el Señor Jesús vemos que en Él era todo espontáneo y fluía del Espíritu.
La Triste División Entre Clero Y Laicado
Hoy en día se dice que para ser pastor, es necesario estudiar teología, homilética, y o
un poco de esto o aquello, pero al ver el ejemplo de Cristo vemos que Él hablaba lo
que el Espíritu le daba, y si tenía que hablar cinco minutos, hablaba cinco minutos;
cuando el Padre le daba media hora, hablaba media hora, es decir hablaba sólo lo que
el Padre le daba.
Así que todavía hoy combatimos con este sistema y con hombres que quieren
restaurar este sistema clerical, este horrible sistema que divide a la Iglesia en dos: Los
grandes clérigos y los que se sientan en las sillas para escuchar sus sermones y para ser
guiados por ellos. Este sistema clerical destruye la Iglesia, ya que se aleja
completamente de lo que vemos en las Escrituras “todo el Cuerpo bien concertado y
unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente según la operación
propia de cada miembro” Cada miembro tiene el Espíritu de Cristo manifestado en
diferentes dones con el objetivo de edificar al Cuerpo de Jesucristo, el que se sostiene
más allá de edificios y de reuniones ocasionales. Cada miembro es importante porque,
según nos enseña Pedro, cada uno es un sacerdote “Una nación de sacerdotes, linaje
sacerdotal para anunciar las virtudes…” En la iglesia verdadera no debe haber algunos
en sillas escuchando el sermón solamente y otros trabajando; todos estamos
trabajando.
En el Cuerpo de Cristo, la presencia de pastores, apóstoles, evangelistas y maestros se
enmarca como una función de guía, orientación y conducción, entendiendo que el
pastor o apóstol es una oveja más igual que todos los demás y que no tiene una
jerarquía diferente al resto de la iglesia. Es un error básico y fundamental pensar que
existen dos categorías, una santa y otra menos santa; una responsable y otra no
responsable. Todos somos en alguna medida pastores, todos somos siervos de Dios,
todos somos igualmente santos, todos tenemos que renunciar a todo lo que nos es
detrimento para la obra del Señor para que así todo el Cuerpo bien concertado y unido
entre sí - con los pastores, los diáconos y todos los demás ministerios incluidos - vamos
creciendo en amor.
El liderazgo de aquellos que dirigen no se puede demostrar ni con escuela bíblica ni
con el conocimiento bíblico sino a través del fruto que han ganado para el Señor. Un
verdadero pastor no es aquel que sale de un seminario y va a buscar la congregación
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que le van a dar, sino aquel que se ha esforzado y trabajado para tener frutos
predicando la palabra, ganando ovejas.
Nuevamente, no sirve de nada ser experto en predicar un lindo sermón o que una
persona escuche mil sermones; es necesario que exista el Cuerpo bien trenzado y
unido entre sí para que ese sermón penetre en cada uno; para que esa palabra de Dios
sea una realidad en la vida de la Iglesia y no una ficción. En el sistema congregacional a
nadie se le ocurre que un domingo se pueda repetir lo que se dijo el anterior ya que
eso sería terrible. Las personas dicen “pero si ya escuché ese sermón”, en vez de
pensar si acaso lo están viviendo o no. Dentro de este sistema no se repite el mensaje
la semana siguiente porque no importa que los miembros lo sepan o no, sino que es
más importante pensar que el pastor hizo un buen papel y que la reunión fue linda,
pero no se detienen a meditar sobre cuánto aportó ese mensaje realmente a la vida de
la persona, o cómo ayudó a enderezar las cosas torcidas en la congregación o cuánto
llegó a fondo en la mente oscura de cada uno para iluminarla.
Dios quiere que se ministre para que cada uno de sus hijos viva lo que está
aprendiendo y es por esto que es bueno repetir lo mismo una y otra vez, yendo de a
poco y lentamente, hasta que cada palabra se hace carne en nosotros.
Uno de los ministerios que la iglesia perdió es aquel que aparece en Efesios, capítulo 4,
donde dice que los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros han sido
establecidos “a fin de” relacionar adecuadamente a los santos para la obra del
ministerio, es decir, no hay otra función más importante para aquellos que están
liderando que relacionar a los santos los unos con los otros, ya que en esa relación de
dos o tres que se reúnen en el nombre del Señor, Él está presente dándoles de su
palabra, orientación, estímulo y consuelo.
Es indispensable entonces comprender que este ministerio de relacionar a los santos
es la función número 1 de los apóstoles ya que si los santos no están relacionados, no
existe Cuerpo y si no hay Cuerpo, Cristo no está presente.
Hoy en día vemos una sobrecarga en los hombros de algunos ministros que no
comprendieron que el Cuerpo de Cristo, todos los miembros junto con Cristo, va
edificándose y creciendo en amor; y que todo lo necesario para la evangelización, la
recepción y el cuidado de los nuevos en Cristo viene de toda la Iglesia. Cada miembro,
sea apóstol o profeta tiene que estar ocupado en la obra del Señor, con algunas
diferencias en cuanto a la supervisión, pero todos con la misma actitud de siervo para
servir a los que se convierten. Por lo tanto el relacionar adecuadamente a los santos es
un ministerio básico para que la Iglesia funcione como Cuerpo, “para la obra del
ministerio, para la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todo lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a la estatura de un hombre pleno en
Cristo”.
En este sentido, los hermanos libres comenzaron bien y hay cosas que recibimos de
ellos que no tendríamos que perder. Por ejemplo, lo primero que ellos hicieron fue
ponerle la cruz al clericalismo. No querían que un clérigo o una persona con
investidura salida de un seminario tuviera facultad mayor que otra de dar la cena del
Señor o de impartir la bendición de Dios, sino que cualquier hermano pudiera tener
esa facultad.
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Le hicieron la cruz también al seminario. Dijeron que el seminario tenía que estar al
alcance de todos los miembros de la iglesia para que todos pudieran crecer y no como
un privilegio para algunos pocos. No estaban de acuerdo con que algunos fuesen
enseñados por hombres intelectuales, que saben razonar y que eran maestros ya por
naturaleza, ya que eso después – al aplicarlo a la Biblia – daba como resultado
doctrinas, instrucciones y ordenamientos humanos para la iglesia. Además, sabían que
en el seminario y en las escuelas bíblicas se enseña una teología que sólo los más
inteligentes son los que mejor papel hacen y los menos inteligentes – humanamente
hablando – pero que quizás son los más fervientes seguidores de Cristo, son los que no
alcanzan mucho debido a que no tienen tanta memoria o no sobresalen
intelectualmente. También entendieron que cuando a una persona se le comienza a
dar teología y un conocimiento bíblico más allá de su capacidad espiritual, sin quererlo
se termina arruinando la Iglesia como Cuerpo y estableciéndola como una
congregación donde lo importante es el conocimiento bíblico, las grandes reuniones,
pero no la vida de los miembros.
Los hermanos libres también eliminaron el término “templo”, porque en Nuevo
Testamento no hay más templos de piedra. Se reunían en lo que llamaban “locales
evangélicos” ya que entendían que no se podía santificar una pared o un edificio.
Cuando Cristo vino, Él quitó lo material y estableció lo espiritual, enseñándonos que
todos nosotros somos el templo, que Él es nuestro Maestro y que cuando hay dos o
tres congregados en Su nombre, Él está en medio, y no precisamos nada más.
Lamentablemente, a los hermanos libres les faltó más; les faltó la palabra del Evangelio
del Reino, del Propósito Eterno de Dios y la unción del Espíritu Santo, enseñanzas que
fueron reveladas a nosotros hace treinta años y que debemos cuidar de no perderlas.
Si escuchamos los casetes de los años ’67, ’68 o ’69 de las predicaciones de Jorge
Himitián y Juan Carlos Ortiz podemos encontrar toda esta sustancia de lo que fue
revelado por Dios.
Un Breve Relato De Mi Propia Experiencia
En mi caso, esta verdad está claramente grabada en mi corazón porque yo pasé 3 años
encerrado con mi congregación buscando la revelación de Dios. A mí no me enseño
esto ningún hombre, me lo enseñó Dios. Luego, cuando salí y comencé a ver que había
personas en diferentes lugares que hablaban en lenguas, me engañé pensando que
todos tenían la verdad revelada, sin embargo, después de todos estos años que han
pasado me doy cuenta que aquellos sólo recibieron una manifestación del Espíritu
Santo, pero no tienen clavadas estas verdades dentro de ellos como una premisa de
Dios.
Cuando recibimos esta revelación en aquel tiempo, nuestra vida fue trastornada. Yo
lloré amargamente y tuve una crisis muy grande cuando descubrí que como hermano
libre creía tener la Biblia bien aprendida, pero que en realidad no la tenía nada
aprendida, sino que había verdades tremendas que me había olvidado y que no había
recibido. Tuvimos que volver a aprender el evangelio, el bautismo y el propósito
eterno de Dios porque no lo sabíamos. Además, la Biblia la teníamos al revés,
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pensábamos que comenzaba en Génesis cuando en realidad empieza mucho antes de
Génesis. La Biblia comienza con la revelación que Dios dio a los apóstoles del secreto
que había en Su corazón desde antes de la fundación del mundo; de tener una familia
semejante a Él mismo; y que luego, cuando Adán fracasa, Dios levanta un postrer
Adán, que es Cristo, para que no fracasara su plan eterno, sino que en lugar de perder
su propósito por causa de Satanás que quiso destruirlo, Dios construyó algo más alto y
sublime, pero con el tremendo sacrificio de sí mismo. Y Dios lo hizo por su gran amor y
sabiduría, porque si hacía falta más amor, Él dio más amor y si hacía falta aún la sangre
de Dios, Él la puso.
Debemos entonces nosotros ser hijos fieles a ese pacto, tenemos que enrolarnos en el
plan de Dios y hacer como Él nos dice, porque nosotros nacemos de la Biblia y
corregimos nuestros errores con la Biblia meditando en ella, con oración y ayuno.
Muchas veces se dice que es mejor tomar una persona de la calle sin conocimiento de
Dios ni de la Biblia y darle toda la Palabra y la enseñanza, pero yo creo que para aplicar
esta renovación, la persona más útil a Dios es alguien que vivió toda esa miseria, que
tuvo una experiencia amarga y triste, pero que Dios pudo voltearle y destruirle todas
las columnas del edificio que pensaba tenía en pie; alguien que dejó que Dios hiciera
una casa nueva, sin ponerle impedimentos ni discutirle el porqué de las cosas, sino que
permitió que, usando la experiencia de la vida nueva y de haber recibido de Dios, fuese
construido un nuevo edificio con nuevas columnas.
Una de las cosas que nunca permití fue que menearan mis columnas, que me
atrasaran o me robaran una doctrina. Si era necesario oponerme a todos para
defender estas verdades, lo hacía, pero nunca permití que me robaran nada de la
visión celestial que Dios me había dado. ¿Cuánto me costó? Me costó todo; perdí los
hermanos libres, perdí mi relación con la vida pasada, perdí todos mis mejores amigos,
perdí todo. Pero ¿Qué gané? No terminaría de decir todo lo que gané; gané por todos
lados.
Cuando en Argentina las cosas se fueron diluyendo, yo me tuve que ir a Brasil y a otros
lugares para compartir esta revelación. De hecho fue en Brasil hace 14 años donde
Dios comenzó a hacer una obra tremenda a través de dos jóvenes pastores que
recibieron toda la visión, la creyeron y la comenzaron a implementar logrando que
corriera por todos lados. Hoy en día apuntamos a tener 80 pastores seleccionados para
la obra ya que hay más de 100 ciudades en ese país que ya están poniendo en práctica
el discipulado.
Y acá en Argentina, estamos marchando hacia delante esperando que nuestros
hermanos entiendan todas estas verdades, dejando las tonterías de lado y siguiendo la
visión que Dios nos dio para su Iglesia.
Volver Al Modelo Que Nos Dio El Señor
Dios le dijo a Moisés “Haz el tabernáculo de acuerdo al modelo que te mostré en el
monte”, y esto se repite ocho veces en la Biblia además de mencionarse también en
Hebreos. Si este tabernáculo, que es un edificio temporal y representativo del
verdadero, tenía que ser tan cuidadosamente hecho conforme al plan de Dios, cuánto
más la Iglesia debe obedecer las instrucciones que Dios da en su Palabra. Y no se trata
de seguir las instrucciones de un hombre cualquiera, sino que fue Cristo mismo el que
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vino y habitó entre nosotros dejándonos registro de que Él es la imagen que tenemos
que seguir. De la manera que Él amó, así tengo que amar yo; como Él oró al Padre, así
tengo que orar yo; así como Él defendió al Padre, tengo que defenderlo yo; como Él
predicó a la gente, tengo que predicar yo. ¡Él es nuestro prototipo! Dios nos dice que
debemos construir la Iglesia, de manera simple y sencilla, de acuerdo a la imagen que
Dios nos dio, según Cristo mismo.
Donde quiera que uno mire en las Escrituras, vemos a los apóstoles siguiendo a Jesús;
vemos la Iglesia primera haciendo lo mismo que hizo Jesús, sin edificar nada, sin hacer
instituciones, sin tener escuela bíblica ya que la Iglesia misma era la escuela bíblica, era
la institución, era la mano de Dios moviéndose en todo el pueblo y siendo gobernada
por el Espíritu Santo a través de hombres llenos del Espíritu que obedecían la Palabra
de Dios.
Cuando oigo a alguno de mis colegas decir que quiere ser teólogo, yo me sorprendo de
sobremanera. Los teólogos jamás hicieron nada por la Iglesia sino que vieron la Iglesia
perderse detrás de errores sin ayudarla a solucionarlos. No hubo avivamiento alguno
en el mundo que viniera de la escuela teológica; todo avivamiento vino de las bases,
de la gente, de algún pequeño miembro que fue iluminado por Dios. No queramos ser
teólogos, sino discípulos de Cristo, ovejitas que le miran y que van según Él les dice:
“Mis ovejas oyen mi voz y me siguen” Esa debería ser la realidad de todos hoy.
Debemos hacer todo de acuerdo a lo que Dios nos enseña en su Palabra, ser movidos
exclusivamente por la Palabra de Dios. Cuando viajé a Europa en el ´63 para visitar las
iglesias evangélicas, el Señor me dijo que todos los problemas que había allá y que la
pérdida de los grandes movimientos que Él había provocado, tenían una sola causa:
“Desobediencia a mi Palabra”. Estuve dos meses y medio recorriendo diferentes
lugares y por todas partes que iba, me acompañaba esa palabra del Señor: ¿Ves eso?
Desobediencia a mi Palabra, ¿Ves aquello?, Desobediencia a mi Palabra, ¿Ves a
Savonarola y todo su movimiento en Italia? ¿Sabes por qué se perdió? Desobediencia a
mi Palabra. En España ¿Sabes lo que sucede? Desobediencia a mi Palabra.
Entonces cuando volví a Argentina, esa palabra se convirtió en algo tremendo; se
convirtió en lo único importante y así Dios nos fue guiando por el Espíritu Santo a
entender las grandes columnas del edificio de Dios; entendimos que el propósito
eterno de Dios no era salvar al hombre, como yo creía siendo hermano libre, ya que si
así fuera, entonces Dios sería mentiroso al haberle mandado a Adán que no pecara;
sería estar diciendo que Dios quería que Adán pecara para así poder tenerle como
pecador y llevar a cabo su plan de salvarlo. Dios dijo a Adán que no pecara porque
realmente no quería que pecara, ya que su plan no era salvar al hombre, sino tener
una familia de muchos hijos iguales a sí mismo.
Ese es un cambio y una revolución tremenda. Dios, desde un comienzo, se enfoca en
su propósito de tener una gran familia. Lo encontramos en el primer capítulo de
Efesios “una familia de muchos hijos iguales a Él”, luego en el capítulo ocho de
Romanos volvemos a ver, “Todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios, esto
es, a los que conforme a su propósito son llamados”, y el propósito se explica
enseguida, “porque a los que antes conoció también los predestinó para que fuesen
conformados a la imagen de su Hijo para que Él sea el primogénito entre muchos
hermanos”.
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La salvación es el principio de una largo andar en el que debemos ser conformados a la
imagen de Cristo y la Iglesia coopera con este propósito grandioso. Como Él caminó,
así tiene que caminar el creyente y discípulo; como Él pensó, así tiene que pensar el
discípulo; como Él se relacionó con el Padre, así tiene que relacionarse cada uno de
nosotros. “El que dice que permanece en El debe andar como El anduvo”
Amén.


EXTRAÍDO DEL ENLACE 


http://www.haciendodiscipulos.com.ar/escritos/imb/Restauracion%20de%20la%20Iglesia%20-%20IMB.pdf